
«Este libro comienza con una frase que a modo de desafío a los dioses se propone recordarlo todo.
“Quiero recordarlo todo” es un puño cerrado, una amenaza. En la primera página, la elegancia de la reducción nos enseña rápidamente que ese propósito ha sido ignorado, Ana quiere recordarlo todo, pero desea recordar sólo algunos fragmentos. Entre el propósito del inicio y el libro se nos ha tendido una trampa, lo que genera una tensión y la advertencia de que no todo es lo que parece. La relación entre el recuerdo y la verdad de los hechos se va tornando irrelevante porque lo que va a importar aún más es la relación de Ana con sus recuerdos,
y extensivamente su relación con la escritura.»
“Quiero recordarlo todo” es un puño cerrado, una amenaza. En la primera página, la elegancia de la reducción nos enseña rápidamente que ese propósito ha sido ignorado, Ana quiere recordarlo todo, pero desea recordar sólo algunos fragmentos. Entre el propósito del inicio y el libro se nos ha tendido una trampa, lo que genera una tensión y la advertencia de que no todo es lo que parece. La relación entre el recuerdo y la verdad de los hechos se va tornando irrelevante porque lo que va a importar aún más es la relación de Ana con sus recuerdos,
y extensivamente su relación con la escritura.»
Carolina Kohan